Historias de la galaxia 2 by Alan Somoza

Historias de la galaxia 2 by Alan Somoza

autor:Alan Somoza [Somoza, Alan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2020-05-25T16:00:00+00:00


La cosa fue bastante más rápida de lo que se imaginaban. Tras incautarles todo el material, las llevaron a una sala de detención bastante espartana y las interrogaron acerca del motivo de su visita. Como sí que sabían lo que acarreaba la sustracción de Duratio en aquella estación, mintieron acerca del verdadero objetivo de su robo, que habría sido la colección de arte privada de la Reina.

Naturalmente, el informador les había hablado de un tesoro, aunque la palabra colección era tan genérica que servía para definir desde una multimillonaria muestra de obras de arte vanguardistas a una caja llena de chapas sin valor. Dijeron que las habían engañado, que pensaban llevarse algún cuadro mientras todo el mundo estaba de fiesta.

Agluk se presentó entonces como el jefe de la guardia de Kiara Dreston y las interrogó de manera muy educada, sin aspavientos ni amenazas. Las mantuvo encadenadas magnéticamente a las sillas todo el tiempo, con las manos atrás, aunque les preguntó dos o tres veces si necesitaban que las soltase temporalmente para que las guardias las escoltaran al baño. Ambas se negaron.

Una vez aclarados los motivos, les preguntó cómo habían burlado la seguridad. Para aquella parte se echó hacia adelante, acercando su enorme masa muscular a ambas. A ninguna de las dos les pasó desapercibido que se trataba de una persona con una enorme contención y paciencia, pero que podía hacerles la vida bastante imposible si le negaban la información que solicitaba.

Se miraron una vez más, y se asintieron. No ganaban nada callándose el secreto profesional, si tenían mucha suerte igual les caían pocos años y algún servicio para la Reina, similar al de Sulor.

Le dijeron al Ejecutor lo que habían hecho, las opciones que les había dado el informador, y cómo habían burlado la vigilancia. También le explicaron el problema de Dariah, y cómo se aprovechaban de él para ganar ventaja. Él se limitó a arrugar la frente e ir asintiendo a los detalles. Luego, les soltó las manos a ambas y les puso un plano tridimensional delante. Se sorprendieron.

Les pidió, con toda la cara, que rompieran la seguridad.

—¿Qué ganamos con esto?

—Clemencia y reducción —contestó, encogiéndose de hombros—. Que hable a favor de vosotras.

—No lo entiendo.

—Sois ladronas, no asesinas. Como jefe de la guardia, me habéis puesto en evidencia. Sin embargo, mi señora sigue con vida y solo habéis dejado inconsciente a un subordinado.

—También le pegué al otro tipo.

—Eso igual molesta más a la Reina. O quizás se ría, dependerá del día.

—¿Por qué?

—Porque se trata de su hijo.

Las dos se pusieron blancas. Triess había dado una paliza a nada menos que el heredero de toda aquella roca. Era cierto que no parecía muy afectado, al contrario, habría jurado que hasta lo había olvidado tras quitarle el pasamontañas. Quizás le gustaba, no era el primero ni sería el último al que encandilaba. Aunque, a decir verdad, a Triess también le pareció un tipo atractivo.

—Lo sentimos.

—Sentirlo no me vale. Romped mi seguridad, porque así la próxima vez haré mejor mi trabajo. Tenéis sesenta minutos, y cuantos más errores me saquéis, menos años pediré para vosotras.



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